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viernes, 4 de octubre de 2013

Confundiéndonos en matemáticas, complicándonos con números.

El [tres] siempre fue un número difícil, tan fácil como [tres tristes tigres], tan difícil como el [uno] más [uno] que al fin y al cabo da [tres]. (leyéndolo al revés)
Siempre el muro entre [dos] amantes, la interrupción que a veces puede hacer más que una simple separación. Cada tanto complicando las cuentas, porque no hay [dos] iguales que sumen [tres], porque por más que una resta lo saque del camino se te aferra tanto que no te permite abandonarlo. 
Que hay veces que el [tres] demuestra más que [dos]; que [dos] simples personas que se dicen cualquier cosa pensando quererse. Porque a veces sus mentiras son más creíbles y en cierta forma ese [tres] siempre se hace [uno], restando las [dos] pasiones que apagó. 
Un [tres] es tan complicado como el hecho de vivir, te da y te quita, te hace querer más, y después al cabo del tiempo desaparece tal como llegó, y te deja en un sólo [uno] con ilusiones de un [dos] sin [tres], sin interrupciones ni ilusiones, con silencios y palabras, con una historia que contar.  

[Siempre me gustaron las cosas retorcidas, de ahí que el tres siempre fue mi número preferido]

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